Entrevista a Fillo Deportaberta (MUSA)

Entrevista a Fillo Deportaberta (MUSA)

7/17/2025

Volviendo al inicio: ¿cuál fue el momento exacto en el que sentiste que querías dedicarte a la música electrónica?

Justo me encontré, gracias a Musa, con un amigo del pasado porque yo me cambié de nombre hace seis o cinco años. Entonces no me puse en contacto con toda la gente de mi pasado. Era un amigo del instituto. Por un cartel en la calle que conocía, vio a Carolina, porque él está metido en el mundo de las raves. Él se fijó en el cartel de Musa y vio el nombre, que se le quedó en la cabeza. Meses después, mirando sus contactos de WhatsApp, vio mi nombre y me escribió diciendo: "¿Cómo no me habías dicho que habías cambiado el nombre? ¿Cuánto tiempo hace?”. Le invité a Musa y me recordó mis dos deseos de cuando tenía 12 años. Me dijo que se sentía muy orgulloso porque los había cumplido, y yo no recordaba cuáles eran. Me dijo que uno era vivir en Camden, que vivía allí, y otro era dedicarme a la música, que tampoco recordaba. Literalmente él se acordaba porque era una amistad de esa época, de los 11 a los 15 años, más o menos. Ya en bachillerato nos separamos y a los 18 dejé de verlo. Siempre me ha gustado mucho la música, y la electrónica me empezó a gustar con 15 o 16 años, pero nunca me había planteado dedicarme a ello hasta Musa. Siempre tuve como el gen del artista, un interés en la performance, en ser un poco el show, pero nada oficial. Lo de Musa surgió sin pretensión; iba a ser una fiesta para unas amigas, y fue la primera vez que me subí a un escenario. A raíz de eso, seguí con Musa porque a la gente le gustaba. Así me empecé a plantear: "Vale, sí, me gusta. La gente también lo disfruta."

Tu sonido ha sido descrito como “rápido y mental”. ¿Qué buscas provocar en la pista cuando pinchas?

Siempre me imagino la pista de baile como un espacio fino. No sé si es por mi relación con el cine, pero cuando pincho o cuando pongo música, siempre me imagino a la gente en un lugar donde no solo se baila, salta o grita, sino donde sientes que está pasando algo. Que sea un espacio para conocer a alguien, para pensar en algo que te ha pasado y que no habías procesado hasta ese momento, y donde por la música, las luces o la experiencia conectas con ese punto. Puede ser para discutir con alguien o para decirle algo que te molestó la semana pasada, pero un lugar donde sentir a través de la música. La música que intento pinchar siempre tiene una narrativa, una especie de reflexión.

Fillo Deportaberta es una DJ, performer y agitadora cultural que está reescribiendo el relato del club. Su sonido, descrito como "rápido y mental", no busca solo hacer bailar, sino también abrir grietas emocionales en la pista. Una de las mentes detrás del colectivo MUSA, Fillo ha transformado una fiesta entre amigas en una plataforma política y afectiva: un espacio de cuidado radical que cuestiona las dinámicas de poder en la noche y apuesta por una ética transformadora.

Su enfoque performativo y narrativo hunde raíces en el cine, la música experimental y la escucha activa, dando forma a sesiones que funcionan como cuentos emocionales, atmósferas vivas o paisajes interiores. En esta conversación hablamos de comienzos imprevistos, de crear comunidad desde la pista y de cómo el mar, las luces y los sonidos naturales también pueden hacer club.

Enganchando con la pregunta anterior: ¿Te relacionas con la música desde un lugar catártico?

Sí, de hecho, me encanta escuchar álbumes enteros o bandas sonoras de películas que me gustan para que, a través de ese movimiento, sienta mis reflexiones internas, porque mi monólogo interno nunca para. Muchas veces a través de la música consigo ordenar esos pensamientos y emociones que a veces no puedo expresar sin ella. Cuando hago research para mis sesiones, me ha ayudado mucho ese bagaje de escuchar música relacionada con el cine, que suelen ser canciones de diferentes estilos, bpms, acordes, géneros, épocas, escuchar musica diferente para entrelazarlas porque me llevan a un mismo sitio, con melodías que evolucionan y transmiten emociones específicas. Luego traslado eso a los sets, como un cuento o un ambiente, no necesariamente con una narrativa fija, sino para encapsular una emoción o un estado particular en la pista. Obviamente, cada receptor interpretará el set a su manera, pero mi intención es generar esa atmósfera.

Existen muchos factores en la noche, y mi visión del cambio la dividiría. Por un lado, está el funcionamiento interno: cómo se organiza la noche, quién trabaja, quién decide qué fiesta sucede, las tensiones entre trabajadores y dueños de clubs, el capital involucrado, y hasta dónde quieren arriesgar. También he conocido colectivos LGTBQ que buscan vender más entradas, y otros más radicales que intentan transformar la sociedad desde dentro de la escena club. He aprendido mucho sobre cómo funcionan estos sistemas y sus ramificaciones, incluyendo sellos y gestión de entradas. Por otro lado, está la gente que asiste a los eventos. Mi acercamiento a la noche ha cambiado. Antes iba como a usuaria a un club y ahora tengo responsabilidades como organizadora del evento. Tanto con sus partes positivas como negativas, pero ganan las positivas como por ejemplo la gente que te cuenta su historia y como espacios como MUSA les ha ayudado a descubrirse o conocer amigas, por ejemplo.

En los eventos de Musa hay una ética clara, casi radical, del cuidado mutuo. ¿Te ha cambiado la forma de ver la noche formar parte de un espacio así?
¿Qué significa para ti construir ese espacio “seguro”?

Personalmente ha sido un nivel de auto-crítica constante sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos. Creo que hace falta mucha auto-crítica tanto de asistentes como de organizadores, especialmente en Barcelona y en fiestas denominadas queer. Para usar ese término, mucha gente debería revisarse porque en realidad pocos colectivos son tan políticos o activamente inclusivos como deberían, o apoyan activamente a las personas marginadas. Este compromiso me ha obligado a un debate constante dentro del colectivo y conmigo misma, lo cual requiere tiempo y esfuerzo, especialmente porque cada una tiene su trabajo y no es fácil mantenerlo. Tenemos un manifiesto en constante revisión para aplicar todas las ideas que tenemos y hacer espacios más seguros, como contratar más personal, tener sanitarios, controles de drogas o seguridad inclusiva, pero muchas veces es cuestión de presupuesto.

Para cerrar, ¿qué te está inspirando últimamente, dentro o fuera de la música?

Será un cliché, pero ahora que estoy aquí en las islas (Canarias) me siento muy conectada con la naturaleza. Soy una niña del mar; crecí cerca del mar y he vivido mucho tiempo en Barcelona, siempre tirando hacia el mar. Cuando me mudé a Londres, perdí un poco esa conexión, y me salieron manchas en las piernas que dicen que se curan estando cerca del mar. Ahora que volví, se me han quitado todas. Me inspira mucho esa conexión con la naturaleza y amo a productores que salen con micrófonos al campo para grabar sonidos naturales — flores, árboles, aire, rocas — y luego usan esos sonidos como base para sus beats. Además, aquí frente a la playa tengo una paleta de colores increíble, con amaneceres y atardeceres que me ayudan a visualizar diferentes tonos y emociones, que luego puedo trasladar a la música y crear ambientes únicos para mis sesiones.